Octavo día
Hoy, tráeme a las almas que están en la cárcel de purgatorio y sumérgelas en el abismo de mi misericordia. Que los torrentes de mi sangre refresquen el ardor del purgatorio. Todas estas almas son muy amadas por mí. Ellas cumple con el justo castigo que se debe a mi justicia. Está en tu poder llevarles alivio. Haz uso de todas las indulgencias del tesoro de mi Iglesia y ofrécelas en su nombre...Oh, sí conocieras los tormentos que ellas sufren ofrecerías continuamente por ellas limosnas del espíritu y saldarías las deudas que tienen con mi justicia.
Jesús misericordioso, tú mismo has dicho que deseas la misericordia; heme aquí que llevo a la morada de tu compasivo Corazón a las almas del purgatorio, almas que te son muy queridas, pero que deben pagar su culpa adeudada a tu justicia. Que los torrentes de sangre y agua que brotan de tu corazón apaguen el fuego del purgatorio, para que también allí sea glorificado el poder de tu misericordia.
Padre eterno, mira con misericordia a las almas que sufren en el purgatorio y que están en el compasivo corazón de Jesús, tú hijo, y por toda la amargura con la cual su sacratísima alma fue inundada, muestra tu misericordia a las almas que están bajo tu justo escrutinio. No las mires sino a través de las heridas de Jesús tú amadísimo hijo, ya que creemos que tu bondad y tu compasión no tienen límites por los siglos de los siglos.
Amén
(Se reza la coronilla).
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