Un guerrero de la luz no cuenta solamente con sus fuerzas; usa también la energía de su adversario.
Al iniciar el combate, todo lo que él posee es su entusiasmo y los golpes que aprendió mientras se entrenaba. A medida que la lucha avanza, descubre que el entusiasmo y el entrenamiento no son suficientes para vencer: se necesita experiencia.
Entonces él abre su corazón al Universo y pide inspiración a Dios, de modo que cada golpe al enemigo sea también una lección de defensa para él.
Los compañeros comentan: "¡Qué supersticioso es!, paró la lucha para rezar, y respeta los trucos de su adversario".
El guerrero no responde a estas provocaciones. Sabe que, sin inspiración ni experiencia, ningún entrenamiento da resultado.